jueves, 24 de abril de 2014

Literatura y erotismo (y V): Tríptico poético al desnudo

En la segunda entrega de “Literatura y erotismo” anuncié que la serie se cerraría con una breve -mejor: brevísima- muestra de mi poesía erótica. He escrito pocos poemas que puedan considerarse directamente eróticos; sí algunas páginas en prosa que no desentonarían en el género; en su momento me sorprendió que un capítulo de mi única novela -“Memoria secreta del Hermano Leviatán”, de 1988-  fuese publicado en la revista “Interviu” con sugerentes ilustraciones de desnudos; Plaza & Janés, editora de la novela,  debió moverse para conseguirlo. No descarto publicar más adelante en este blog un relato erótico de una colección que preparo. Ya nos dejó dicho Mallarmé, y creo que lo recordé ya en otro post,  que “todo en el mundo existe para acabar convirtiéndose en un libro”. Los tres poemas que incluyo son inéditos y diferentes en sus formulaciones y formas estróficas: “La gallina ciega” de rima asonante, el soneto heptasílabo “Concierto”, y “Antropofagia” en verso libre. Espero que a los pacientes lectores de la serie “Literatura y erotismo” les entretenga este tríptico poético que no es otra cosa que un juego. Al fin y al cabo la poesía es un hermoso, desnudo, simbólico y emocional juego de espejos.

 LA GALLINA CIEGA


                          Gallinita ciega, ¿qué se te ha perdido?
                                               (De una canción infantil)

Pactada la aventura,
es la curiosidad lo que ahora hierve.

Ávida la gallina.
                             Y sus dos gallos.
Los tres desnudos y candentes.

El mundo es un pañuelo donde caben
sueños y fantasías que al desvelarse mueren.       

Bajo la tela crecen sólo sombras.

Llega a los ojos un resplandor tenue. 

La noche se ha hecho cómplice
y el tiempo se detiene
en esa bruma impura de las irrealidades. 

Sólo el tacto, la piel, lo que se siente
y pugna adivinarse, tensa y abre
alas de mariposa que estremecen
con suavidad, y ahogan,
y van moviendo el mundo, mientras vence
el tiempo su pudor, sus ataduras.

Manos que son tizón, labios que muerden,
entrecortado aliento,
temblor de montes, ríos que se vierten
en la umbrosa caverna que arde y vive
a punto de encontrarse o de perderse.

Para perderse al fin, que así es el juego.

Cuánto anhelo ya es brasa entre los pliegues
del pañuelo, qué niebla
provisional de fuego y nieve
sobre los ciegos ojos.

Qué oscuridad de gozo, cómo encienden
luces las sombras en la piel despierta.

Sólo los ojos duermen.

Los gallos dulcemente se desbordan
de acíbares y mieles

Lento, el silencio va quedando huérfano,
y las tinieblas, como dudas, ceden.

Ya las palabras son susurros,
y el mundo -el juego- es ya lo que parece.

La gallina, sin telas que oculten su mirada,
vuelve a la luz de siempre.

Sus dos gallos, cansados,
han cumplido su rito y ahora duermen.

Se despereza el alba y aún palpitan
gozos supervivientes. 

La vida es juego a ciegas, un destino
de donde no se vuelve.

Sólo la piel redime tantas sombras.

Vida y ardor, resurrección y muerte.

La gallina y sus gallos son ojos sorprendidos
que se mirasen sin reconocerse.      

Ceremonial cumplido de una extraña aventura
que persiste inclemente.

Es la gallina ciega, memoria de la noche
que entre ahogados gemidos permanece.

Cantan dos gallos en la madrugada,
desplumados, silentes,
y, mientras, su gallina, vencedora,
no sabe a cuál prefiere.

Sueño sin nombres y sin rostros,
herida más mortal cuanto más vence

.                                      (Inédito en libro, 2012)

 

CONCIERTO

Eres guitarra y chelo
y tu piel es mi acorde.
Dos timbales el borde
del abismo, en mi vuelo.

Tú, música. Tú, anhelo.
Y que la flauta aborde
la hondura, y se desborde
un infierno en un cielo.

Andante, allegro, vivo
El tempo se desboca
hermosamente alado.

Junto a ti, redivivo,
respiro de tu boca.
Todo es ya consumado.

                                  (Inédito en libro, 2013)  

 

ANTROPOFAGIA

Bébeme,
devórame,
no te preocupe ganar peso,
no te preocupe la dureza del manjar
ni te preocupe el tiempo de cocción.

Luego me metes en el frigorífico
y podrás conservarme
un tiempo prudencial.

Pero ahora tómame,
devórame,
bébeme así, caliente,
casi hirviendo en esta tarde tórrida,
bajo todas las lunas que son tu luna,
sobre todas las tierras que son tu tierra,
cércame con tus piernas y tus brazos,
aderézame con eternas palabras
que a mis oídos resultarán nuevas,
recórreme con tus labios
y cómeme,
y luego bébeme hasta saciarte.

No dispongas manteles,
no busques tenedores ni cuchillos,
devórame a la antigua:
a mano y boca.

Tampoco te preocupes de disponer la estancia:
nada de adornos,
complementos florales
u otras cursilerías.

Muy sencilla la mesa:
ni  platos de Limoges ni copas de Bohemia.

Ni tan siquiera mesa: la cama
bastará.

La cuestión es ponerse a la tarea,
y empezar el festín.

Saborea cada centímetro de mí
como si fuese el último alimento de un náufrago.

Y riega la comida: bébeme. 

Y yo iré decreciendo,
y me quedaré en nada,
y al final seré el resto de un hombre,
un  residuo de huesos relamidos
que recordará a un hombre,
sobre la blanca sábana que habrá sido mantel,
espacio de mi muerte y de mi vida.

Brinda después por mí,
con el licor que fui si es que aún quedase.

Luego olvida un momento
elementales reglas de la buena crianza,
y chúpate los dedos.

                                                 (Inédito en libro, 2012)