viernes, 30 de mayo de 2014

El escritor y su pequeño mundo: de Goethe a Hemingway

A menudo me he preguntado qué imán atrae al  creador literario hacia un determinado espacio desde el que, como un observatorio, alza su visión del mundo que no otra cosa es un libro. Ese rincón es su pequeño mundo, su isla, y el  escritor, su único habitante, el Robinson Crusoe que va dotándose de lo necesario para que subsista y crezca su creación.
 
A veces el encuentro de ese lugar ideal se produce tardíamente y el escritor llega a él con su obra ya madura, pero en  buena medida ese nuevo espacio, ese hallazgo, se reflejará ya en su producción. En otros casos el descubrimiento es precoz y toda su creación, ese árbol que crece y puede suponer el reconocimiento literario, se desarrolla en la magia de ese paisaje personal que el escritor ha reconocido y ha hecho suyo para siempre.

jueves, 15 de mayo de 2014

Tras las huellas de Quevedo y sus vecinos del Madrid del Siglo de Oro

Regreso de las tierras manchegas de don Francisco de Quevedo. He visitado su Señorío de la Torre de Juan Abad donde escribió y vivió sus últimos años, tiempo de achaques y decepciones, en un caserón que se conserva, y he recorrido Villanueva de los Infantes, en cuyo convento dominico murió el 8 de septiembre de 1645 en una celda que sobrecoge a cualquier escritor. Está enterrado en la cripta de la iglesia de San Andrés; sus restos se perdieron pero fueron localizados e identificados en 2007. Villanueva de los Infantes parece que es el “lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” del inicio del Quijote, y allí pasó unos días Don Quijote y su escudero Sancho en la casa-palacio del Caballero del Verde Gabán, don Diego de Miranda, que se conserva tal cual la conoció el ingenioso hidalgo. Ese hospedaje y sus conversaciones con el Caballero y con su hijo los recoge Cervantes en el capítulo XVI de la segunda parte del Quijote
 
Quevedo nació en Madrid en 1580 y residió algún tiempo en un barrio madrileño de solera literaria. Vivió frente al convento de las Trinitarias Descalzas en la esquina de las calles dedicadas actualmente al propio Quevedo y a Lope de Vega. En el convento de las Trinitarias  profesaron como monjas Isabel, hija de Cervantes, y Marcela, hija de Lope que llegó a ser  Priora. En la cripta conventual fue enterrado Cervantes, que vivió en la calle León, esquina a la de Francos, y en las calles Magdalena, Duque de Alba y Huertas. Cerca de su casa de la calle Magdalena estaba la del tipógrafo Cuesta, impresor del Quijote, y la del librero Robles, distribuidor de la inmortal obra.